El partido, Brasil, Croacia y el fútbol mismo no necesitaban a alguien como Yuichi Nishimura para malograrnos la fiesta. Una grosería arbitral del japonés desvirtuó por completo un correcto encuentro de fútbol en que el local halló una inesperada resistencia croata.
Luego de la ceremonia inaugural de Mundial, los hinchas del fútbol no podíamos imaginar cómo podía hacerse peor la tarde. Ya resultaba bastante castigo que no haya estado Shakira con una canción de su creación y bailando samba, pero el destino nos tenía guardado a un japonesito bastante poco honorable.
El partido empezó como podía esperarse: con Brasil nervioso/cauteloso y poco potente pero con el control del balón (como suele iniciar las Copas del Mundo) y con Croacia esperando retraída en apariencia, a la espera de poder alcanzar una contra que resulte mortalmente sorpresiva. Efectivamente le salió la jugada a los balcánicos pues en su tercera trepada por izquierda lograron tirar un centro al ras que encontró al desafortunado Marcelo para que la encaje en propia puerta.
Unos minutos después Neymar le acomodó un codazo digno del Bellator 2500 a Luka Modric y recibió la tarjeta hepática. El comentario general fue que pudo ser expulsado, pero nadie se arañó de más. En la siguiente jugada, el mismo delantero tiró una mini diagonal de derecha al centro y cruzó el balón con precisión billarista para marcar la igualdad antes de que la galera se impaciente. Así se fue la primera mitad con una paridad de fuerzas que no esperaba la mayoría.
“Para el segundo tiempo será” debe haber sido lo que pensaba la gente, al menos yo lo hice, esperando que el pentacampeón pueda arrollar en el complemento, dado el potencial cansancio croata. Ya en el primer tiempo había empezado a desordenar su doble línea de cuatro y los brasileños pudieron desarrollar un poco más de su juego al encontrar esos espacios. El partido transcurría así, mucho mejor que los que vimos en la primera ronda del Mundial pasado, con ambos equipos esperando dar el zarpazo ganador, en un combate de paciencia y precisión, cuando apareció el japonés para tirar todo al hoyo.
Se acabó el ajedrez, la competencia, la fuerza, la habilidad y la estrategia porque un necio descerebrado creyó que el local necesitaba de una ayudita para salvar su resultado. El encuentro no era el mejor de la historia, pero se estaba jugando bien y poco a poco Brasil iba arrimándose a la portería de los de camiseta de mantel. Muy probablemente hubiera acabado ganando con angustia, con el gol del desnivel sobre la hora, con justicia y honor, pero ya no lo sabremos porque Nishimura san nos ROBÓ el fútbol. Ojo, no solo perjudicó a Croacia en el resultado y, probablemente, en su clasificación, cosa que ya es bastante grave, sino que además nos hurtó la alegría y emoción a los hinchas. Ni el Equipo Rocket la pudo hacer peor. Domo arigato, Nishimura.
También se le reclama el no haber echado a Neymar, pero el reclamo es extemporáneo pues nadie saltó más de la cuenta oportunamente, no seamos caraduras. El gol anulado a Olic sí fue un acierto porque existe la carga sobre Julio Cesar, el portero brasileño, dentro del área chica. Allí los arqueros son virtualmente intocables.
Sobre el final, Oscar probó la teoría de este humilde servidor: los brasileños ganarán el Mundial no porque los árbitros estén comprados si no porque apenas tienen la posibilidad de patear al arco suelen sacudir las redes. Así hizo Neymar en el primero, así lo hizo Oscar al final y hay otros de verde y amarillo que pueden hacerlo también. Es un súper poder que ninguna otra selección tiene.
Diego del Rosario
@elPelotero6
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